martes, 13 de noviembre de 2012

Ámsterdam, Holanda


Año 1995. Prinsengracht, Westerkerk, Ámsterdam, Holanda.

Extranjeros sin ton entre ígneas penumbras.
Noches de suntuosos colores navegan el verano.
Canales exhalan silencio, sin siquiera mover el aire.
Campechanas bicicletas proyectan sombras radiales.
Adoquines tersos en estrechas veredas sin cordón.
Detenerse al cobijo de un pórtico con escalones.
Intentar durante largo rato desentrañar la armonía
emanada por la noble sencillez de una vieja fachada.
Sosiego del tiempo captado entre pecho y espalda.
Barro intangible se aúna al moldear una nueva piel.
Rebosante y vacua memoria ante la lúcida certidumbre
de saber que siempre, incluso al fin, todo está aún por llegar.

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