Año 1998. Villazón, Bolivia.
Cruzar la frontera a pie.
Un paso aquí, y al siguiente no.
Abrir una ventana por donde verse a lo lejos.
Mudar el foco, pisar otra tierra.
Pararse en una esquina y evaluar al sol.
Apreciar las líneas improvisadas de la multitud.
Caminar entre matas, mirar a contraluz.
Efluvios suspendidos sesgan el pasado.
Se perdió la piel entre los puestos del mercado.
Detenerse ante un cardo cobijado por escombros.
Y es la palma desnuda de la mano,
sobre un muro de textura silenciosa,
quien transita el barro inserto en el adobe.
Salir de Villazón también es aventura digna de contarse. Todo Bolivia en realidad.
ResponderEliminarBesos,
Sol