Ruinas de un hotel. “Las mejores aguas radioactivas y sulfurosas”, decía
su eslogan.
Inaugurado en 1938, abandonado al silencio en 1953; nadie sabe bien por
qué.
Grandes salones, pasillos y habitaciones, majestuosas cocinas. Lujo
despiadado.
Hoy perdura, de a retazos, el hormigón.
A la luz nubosa del amanecer, imbuido en la parsimonia del paisaje,
pasa un arriero seguido por un perro. Todos duermen, el perro no ladra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario