Año 1995. Ciudad Vieja, Praga, República Checa.
Llegamos en tren, de noche. Tarde.
Desde la estación, caminamos bajo la luz amarilla de los faroles.
Las fachadas, entre calles estrechas, se confundían en su aplomada
elegancia.
Una y otra esquina descubrían nuevas sombras.
Señoriales puertas de madera pesada, rejas negras en forma de escudos.
Letras del este para calles impronunciables.
Un último giro, cae el telón. La ciudad es de pronto luz: Národní
Muzeum, plaza Wenceslao.
Desde allí, embriaguez perceptiva. Noche preclara en su nitidez.
El ensueño nos lleva hasta la plaza de la Ciudad Vieja y la iglesia
Tyn.
Cómo despertar.
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