Año 1998. Chichicastenango, Guatemala.
Maestría en su arte como única pertenencia.
Justeza de punto y color como rutina bendita.
Cada paño ostenta verdad, faena de sabiduría.
Cuántos matarían por un gramo de tu simpleza.
Ojos negros que miran desde el último hadal,
donde ya no es posible caer más.
Entrañas de nuestro suelo, allí, en magro cuerpo.
Pies descalzos, corteza de intemperie.
Pide poco porque conoce lo suficiente.
Dulce sonido del nombre: Chichicastenango, imagen potente de nuestra latinoamérica, y un texto iluminado, en su profundidad,su poesía, su sensibilidad. Gracias. Liliana
ResponderEliminarGracias por la apreciación. Las imágenes de nuestra realidad destilan, por sí mismas, un aluvión de cruda verdad.
Eliminar