Año 2009. Ruta 34, Santiago del Estero, Argentina.
Nada ni nadie, sólo árida distancia.
Árboles canijos en la lánguida estepa.
Línea de asfalto, tajo de yermo destierro.
Confín de soledad, sofocante.
Avanzar y preguntarse:
¿Qué mano soltó todas estas bolsas?
¿Cómo llegaron las botellas hasta aquí?
Meditaciones burguesas, hastío de capital.
A la vera, un puesto. Nos detenemos.
Una anciana a la sombra de un techo de ramas.
Compramos cactus cultivados en potes de cartón.
Nos ilustra, precisa, sobre cómo cuidarlos.
Tras despedirnos, en firme desamparo, nos observa alejarnos
con seca ternura por sus plantas que se marchan.
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